dilluns, 11 de desembre del 2017

España y yo somos así, señora



España ante todo... 
España, Una, Grande, Libre... 
Yo soy español, español, español...

Parece que en ese accidente geográfico que los fenicios llamaron Hispania (tierra de conejos), existe una cuestión que muchos de sus habitantes sobreponen a cualquier otra consideración: ser español, vivir en España. Esto no tiene parangón en el mundo y deja reducido a superfluo cualquier otro asunto. Si alguien se atreve a no querer ser español está cometiendo un sacrilegio y debe ser encarcelado inmediatamente, porque no hace falta juzgarlo ante tamaño delito y ultraje.




Dice Baltasar Gracián, en "El Criticón", escrito allá por el siglo XVII:
"La soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera [...]. Topó con España, primera provincia de la Europa. Parecióle tan de su genio que se perpetuó en ella. Allí vive y allí reina con todas su aliadas: la estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo todo y servir a nadie, hacer del Don Diego y "vengo de los Godos", el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la gravedad, el fausto, el brio con todo género de presunción y todo esto desde el más noble al más plebeyo".

Como vemos, no es un problema moderno sino que viene de antiguo, seguramente de cuando el Imperio hispánico sometía a medio mundo a su voluntad. 
Dice Fernando Diaz-Plaja en "El español y los siete pecados capitales":
"El orgullo humano, individual y colectivo, de una persona o de un Pueblo, está casi siempre en proporción directa de lo que posee en bienes materiales. El orgullo español, en cambio, no necesita de ese soporte porque es un orgullo basado en riqueza íntima, racial -la gran España del Imperio o religiosa-, seguidores de la "única" religión, la católica[...]. Los siglos han pasado, pero la idea continúa vigente. Después de la guerra civil, cuando la mitad de los españoles no tenían donde albergarse, se inició la basílica del Valle de los Caídos, horadando la montaña en un esfuerzo de hombres, dinero y material que hubiera bastado para poner techo sobre la cabeza de muchos españoles desahuciados por la fortuna. Y si el Estado hacía esto, la industria privada tampoco se quedaba atrás. Cuando las casas de Madrid dejaban mucho que desear, se erigió en la plaza de España el que durante años fue el rascacielos más alto de Europa, y con las calles llenas de baches, el Ayuntamiento de Madrid se lanzó a soñar en el parque zoológico más bello del continente."

Y los españoles, sin techo pero..."español, y muy español". Porque un español le permite a sus gobernantes cualquier cosa mientras estos manifiesten y presuman de ser patriotas y canten vivas a España.




Según parece, un español no necesita nada más para ser feliz que ser español y vivir en España. No importa que cobre un sueldo miserable, ni que viva en condiciones precarias, ni que cuando enferma el sistema sanitario que le ofrece su Gobierno sea lamentable. Tampoco que sus hijos tengan una educación precaria, ni que luego, una vez acabados los estudios, no encuentren trabajo y, si lo encuentran, sea con un contrato precario y un sueldo de subsistencia.
¿Qué mas da que el Gobierno robe, que utilice los impuestos de los ciudadanos para llenar sus cuentas en Suiza? 




Lo importante es que diga "Viva España" cuantas más veces mejor. Si no, que se lo digan al Rey Fernando el católico, cuando pedía cuentas al prototipo español y premio a la españolidad, don Gonzalo Fernandez de Córdoba, de los caudales gastados en la guerra. El Gran Capitán le respondía:
"Picos, palas y azadones, cien millones...guantes perfumados para resistir el hedor de los muertos enemigos...nuevas campanas para substituir las antiguas que se rompieron de tanto repicar por las victorias..."

Un verdadero español, un español de pro, cuando lee estas justificaciones, comienza a babear, cual perro de Pavlov. No le importa lo más mínimo que este hombre, don Gonzalo, se hubiera gastado una fortuna y no tuviera manera de justificar en qué ni en como. Para un verdadero español, eso ¿qué más da? Y si se quedó con lo que decía que había gastado... ¿qué importancia tiene? ¡Se lo merecía! Buscar justificaciones solamente lo hacen los judios, los pobres de espiritu... 
Lástima que esta manera de actuar llevase al Imperio español a la bancarrota y a la pérdida de del imperio mismo.

España lo justifica todo y ser español, también. Lo justificable y lo injustificable. Como explica Calderón en "La rendición de Breda" cuando habla del comportamiento de los soldados de los Tercios: 
Todo lo sufren en cualquier asalto
Sólo no sufren que les hablen alto.

A esos mismos Tercios que produjeron la leyenda negra, más negra que la de la Inquisición, se les puede disculpar todo porque lo hacían en nombre de España. Dice Diaz Plaja en el libro antes citado:
 "...Historiadores católicos narran sin una palabra de censura el saqueo de "Maestrique" con el grito de "¡España, España! ¡Mata, mata!"

Y los españoles continuaron actuando como españoles y el Imperio se fue al traste y España pasó de ser una potencia mundial a ser un Estado más en el mundo moderno. Pero el orgullo, la soberbia pervivieron, para desgracia de los españoles.

Y los vicios continuaron y continúan. Y los españoles continúan perdonando a sus gobernantes que su calidad de vida sea cada vez más precaria, que utilicen los impuestos para su lucro particular, que estafen roben, mientan y corrompan las instancias democráticas. Cualquier cosa mientras sus gobernantes se muestren amantes del Mito.




Y en eso, coinciden todos los gobernantes, sean de derechas o de supuestas izquierdas. Vengan de donde vengan, estén donde estén situados en el arco parlamentario, ellos saben que si no continúan adorando al Mito podrán ser acusados de herejes, de sacrílegos y perderán la confianza de los verdaderos españoles.








Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada